Obedecer con las piernas cruzadas guardando el cimbreante caminar.
Sobre sus reflejos incendiados, contemplaba deliciosos fragmentos de humedades.
Me refugiaba en la inmensidad de mi vació esperando que inexorablemente me arrastrara hasta sus dominios, bajo el peso de toneladas de historias.
En noches como ésta, el rastro de una caricia se recrea escuchando siempre la misma pregunta impaciente.