Antes de empezar mi nueva vida, en un ataque de consumismo, decidí comprarme un sillón reclinable para mirar la tele con mas comodidad.
No importaba el precio ni el hecho incontrovertible que nunca tendría tiempo para disfrutar de mi nuevo sillón, siendo rehén de mis horarios imposibles de trabajo.
Con el cambio de tercio que llegó a mi vida, el sillón se ha convertido en mi pequeño refugio de las tardes pensativas o de las noches insomnes.
Desde allí sigo observando el mundo a través de una grande (o quizás demasiado pequeña) ventana (sub)real…. (hyper)real…..
El prefijo cambia cada día
Al anochecer, la ventana oscura se vuelve espejo, y me encuentro mirándome, viendo el mundo real dentro una mirada cansada.
Lo importante es seguir estando, seguir preguntandose si mereció la pena estar allí