Todos los caminos conducen a Roma.
Seguramente, con el paso de los siglos esta expresión acabó matizándose.
En su momento expresión literal de la primera red de comunicación por carretera, hoy sigue manteniendo su fascinación y atractivo de cruce simbólico de caminos, de vidas y de culturas.
Una vez mas tengo que agradecer a la "ciudad eterna" haber conjurado para facilitar un encuentro entre dos "compañeros de gremio".
El azar quiso que ambos nos encontráramos en Roma el mismo día y ninguno de los dos estaba dispuesto a desaprovechar esta maravillosa ocasión.
A la carga diaria de la propia enfermedad, hubo que sumar el cansancio del viaje Miami - Roma por parte de Miriam (llegó el mismo día en Roma y con el correspondiente jet lag a cuestas), y por mi parte una indisposición que me mantuvo en la cama los dos días anteriores y prácticamente hasta la hora de salir al encuentro.
A pesar de ello, pudimos disfrutar de unas horas de buena conversación y compañía en un rincón privilegiado del Trastevere, poniendo caras y voces a una amistad fraguada en Internet hasta aquel momento.
Grazie Roma
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