- los poseedores de la verdad
- los repartidores de certificados
- los vigilantes del honor
- los policías, jueces y carceleros
- los perros del hortelano
- los rasgadores de vestiduras
Lamento no haber dedicado tiempo a interesarme de las vicisitudes ajenas, resulta que ya bastante tengo con las mías.
Pido disculpa por no gastar ni un segundo de mi tiempo en contestar las invectivas que con tanto ardor, pasión y entrega tenéis a bien dedicarnos puntualmente.
No tiene perdón mi testarudez en seguir aplicando pertinazmente y sin excepciones lo del "vive y deja vivir".
Confieso mi debilidad en preferir equivocarme haciendo en lugar de tener siempre razón, detrás de la barrera, hablando.
No me tengáis en cuenta si nunca me interesé por llamaros al teléfono y poneros en guardia contra los fantasmas que con sabanas y cadenas acechan en plena luz del día.
Tampoco penséis mal si no os envío correos o mensajes: simplemente borré las direcciones para el bien de ambos.
Con calma, sosiego, tenacidad y perseverancia os puedo prometer (y prometo) que seguiré haciendo las cosas a mi manera.
Asumiendo mis muchas equivocaciones y celebrando los aciertos puntuales que la suerte quiera brindarme.
No soy orador como Bruto, yo soy, como todos sabéis, un hombre sencillo [...] pero no tengo ni talento, ni elocuencia, ni estilo, ni ademanes, ni el poder de la oratoria que enardece a los hombres…
Hablo llanamente y no os digo sino lo que todos conocéis, os muestro las heridas del César y les pido que hablen por mí.
Buenas noches y buena suerte
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