Otros parecen descubrir normas y reglas para una correcta comunicación.
Sea como fuere, el aspecto que mas me intriga es la perdida de control del instrumento y vehículo de la comunicación en el mismo momento que hacemos uso de el.
En el instante que pronunciamos o escribimos las palabras, estas abandonan nuestros dominios, se disuelven y difuminan, para volver a cobrar vida y cuerpo el los sentidos del receptor.
En este intercambio impulsos, desde las sinapsis de origen a las de destino, median muchos vectores, canales y ruidos de fondo.
Es prácticamente imposible, o por lo menos altamente improbable, que el sentido lleno y completo de nuestros mensajes llegue a través de este "mare magnum".
Es por lo tanto saludable asumir, de entrada, la existencia del desfase.
La cuestión clave es establecer el umbral de tolerancia que consideramos aceptable y a partir del cual nuestro mensaje original queda desvirtuado de forma inaceptable.
¿Estamos de verdad preparados para oír, escuchar y comprender?
A mi modesto entender, el verdadero arte es el de saber escuchar.
Para todos aquellos que "no son de números", la metacomunicación ofrece un interesante ámbito de lectura y de ejercicio terapéutico cognitivo.
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