El nudo gordiano fue un mito inventado por los persas para preservar su imperio.
Quién no lo desatara estaba condenado a fracasar en su conquista. Como el nudo, laberinto de cuerdas, era inextricable, el imperio estaba preservado por los siglos de los siglos.
Es un comienzo de guerra psicológica.
En aquellas épocas las tropas eran muy sensibles a estas fábulas.
Alejandro Magno lo resolvió de un tajo, con lo cual deshizo el nudo y la fábula. Una muestra más de un espíritu que se eleva sobre los tópicos. ¿Por qué desatarlo si se puede cortar?
Otro nudo gordiano desanudable es el alma del hombre. Cuando se comprenda, habrá llegado nuestra propia liberación. Mientras tanto, seamos libres en nombre de la esclavitud.
Shakespeare quiso convencernos de que la cuestión estribaba entre "ser o no ser".
Cervantes decía cosas muy comprometidas. En aquellos tiempos de fundamentalismo religioso no se podía afirmar impunemente que "con la Iglesia hemos topado". Por mucho menos otros dieron con sus huesos en las mazmorras de la Inquisición.
Volviendo al dramaturgo y poeta inglés, se le ha concedido extraordinaria grandeza al dilema planteado. Todo el mundo lo repite, aunque no se parezcan en nada a Hamlet.
Los apologistas de la neblinosa Albión trabajaron bien entre brumas. Sin embargo, más grande fue aquella otra frase de Don Quijote, en la que el loco siente nostalgia por aquellos tiempos en los que no existían las palabras "tuyo ni mío".
Seguramente Shakespeare hubiera tenido menos predicamento si hubiera dicho que la cuestión radicaba en "tener o no tener". Menos poético, pero más real. La bruma, después de todo, es etérea y flota.
Del blog http://luism.espacioblog.com/ (La coctelera)