Sigue siendo sorprendente ver los esforzados intentos de pequeños emulos de caudillos del siglo pasado en poner puertas al campo de la libre información en Internet.
Por accidente descubrieron este medio revolucionario del tercer milenio, se atrevieron a usarlo, pero intentan aplicarle normas de comportamiento del siglo XV.
Convencidos de sumar en la misma persona la influencia de Tomás de Torquemada y los poderes de los Reyes Católicos, firman y ejecutan los decretos de expulsión de todo aquellos que no demuestren publicamente profesar su misma fe.
La historia nos recuerda que, Torquemada empezó a llevar una escolta de hasta doscientas lanzas y a tener siempre en su mesa un cuerno de rinoceronte, para prevenir envenenamientos.
Los judíos, al principio, colaboraron con él como delatores de los despreciados conversos.
Sólo cuando ya era tarde se dieron cuenta de que iban a ser víctimas de un sistema que no sólo eliminaba a los que no terminaban de ser ni judíos ni cristianos sino que imponía por la fuerza la existencia de una sola fe.
La obligación no terminó con la devoción pero sí con la libertad de conciencia.
Torquemada no murió arrepentido ni de quemar herejes ni de expulsar judíos, como se ha dicho, pero sí viejo, paranoico, avariento y miserable.
Tras lograr la expulsión de los judíos, perdió la salud y volvió a Avila.
"Il tempo é galantuomo"
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